-Oye, tú que estás tan metido en la FIO, ¿es verdad que os trasladáis a Getafe?
– Lo cierto es que no es fácil contestar a esa pregunta… De Cuatro Vientos a Getafe hay diez kilómetros escasos en línea recta, apenas un saltito para un avión, pero a veces las cosas son más complicadas de lo que parecen y los viajes más cortos llevan mucho más tiempo de lo que podría esperarse.
– Así que me vas a contestar a la gallega.
– No, hombre, tranquilo que te lo voy a contar todo, pero empiezo por una anécdota. ¿Sabías que la primera vez que un avión recorrió en vuelo ese par de leguas, que se sepa, fue en 1911, concretamente el 25 de mayo? Habían transcurrido poco más de dos meses desde que en la tarde del 12 de marzo, el primer español en obtener la licencia de aviador, Benito Loygorri, aterrizara en el recién construido aeródromo de Cuatro Vientos procedente del Parque de Aviación de Ciudad Lineal -desaparecido hace ya muchos años- pilotando un Henri Farman de su propiedad. Le tocaba ahora el turno al de Getafe, que se iba a estrenar a lo grande. Con 1000 metros de largo por 300 de ancho, ubicado en los terrenos conocidos como Dehesa de Santa Quiteria a mitad de camino entre el municipio propiamente dicho y el Cerro de los Ángeles, el nuevo campo esperaba al ganador del raid París-Madrid, con sus gradas repletas de público desde las nueve de la mañana y la presencia del Rey Alfonso XIII. Lo malo es que las horas iban pasando y la impaciencia aumentaba sin que por Getafe apareciese aeroplano alguno. Resulta que el único superviviente de la carrera a esas alturas, el francés Jules Vedrines, para evitar tener que cruzar la sierra casi de noche había decidido detenerse en Burgos, aplazando el final de su periplo hasta el día siguiente. Total, que eran casi las siete de la tarde y la frustración prendía en el gentío, imagínate, miles de personas que llevaban allí desde bien temprano para coger sitio, y se corre la voz de que el Rey ya se ha marchado dando el día por perdido. Se organizaron algunos tumultos y alguien debió mandar aviso a Cuatro Vientos a ver qué podía hacerse, así que desde allí despegaron a bordo de un Henry Farman el entonces alumno teniente Barrón y su instructor, un piloto francés llamado Dufour, y se fueron directos a Getafe, donde realizaron una improvisada demostración de vuelo para calmar los ánimos y, como premio, tuvieron el honor de ser los primeros en tomar tierra entre aplausos en el nuevo aeródromo.
– Vaya, siempre había creído que Getafe se inauguró con la llegada de Vedrines.
– Pues ya ves, Vedrines no apareció hasta la mañana del 26, pero eso ya es otra historia.
Jules Vedrines aterrizando por fin en Getafe, la mañana del 26 de mayo de 1911
– Sí, porque yo te había preguntado por la FIO…
– Y yo te iba a hablar de otro vuelo histórico entre Cuatro Vientos y Getafe, uno que tuvo lugar el 12 de diciembre de 1925.
– Hombre, digo yo que para entonces ya habrían volado muchos aviones entre Cuatro Vientos y Getafe.
– Es que esta vez no se trataba de un avión, sino de uno de los primeros prototipos del autogiro de Juan de la Cierva. El piloto era el capitán Loriga, él mismo que no mucho tiempo después sería uno de los protagonistas del vuelo entre Madrid y Manila con la Escuadrilla Elcano. Tardó 8 minutos y 12 segundos en recorrer la distancia entre los dos aeródromos, y con ello demostró la viabilidad del invento.
– Ahora que lo dices sí que recuerdo haberlo leído. Pero, ¿y la FIO?
– Bueno, vamos a ello. Ese vuelo, que aún está por finalizar, arranca en el año 2002. Para entonces la Fundación Infante de Orleans llevaba más de diez años operando en Cuatro Vientos, pero el Patronato, al analizar la situación, se daba cuenta de que no se iba a poder seguir allí de forma indefinida, por mucho apego que sintiésemos todos por este aeródromo. Había tres obstáculos muy claros:
El primero de ellos era el problema del espacio: las instalaciones de Cuatro Vientos se nos estaban quedando pequeñas y, por falta de terreno, era imposible crecer. Si eso era cierto entonces hoy en día aún es peor. Tenemos que hacer virguerías para colocar los aviones dentro de los hangares, y con tantas estrecheces ni los mecánicos pueden trabajar a gusto ni se pueden organizar visitas al Museo salvo para grupos reducidos, lo cual es una lástima, con tanta maravilla como tenemos para enseñar al público.
El segundo es que sobre el propio aeródromo se cernía la amenaza del cierre, temor que ha sido una constante durante los últimos años. Lo que en 1911 era un lugar apartado, lejos de Madrid, poco a poco se había ido viendo rodeado por la expansión de los barrios de Cuatro Vientos y Carabanchel, y eran muchos los intereses para clausurar el campo y urbanizar sus terrenos. Después vendría el proyecto Eurovegas, que incluía una torre inmensa que seguramente impediría operar por la pista 28, los planes para construir un nuevo aeropuerto civil en Madrid, las presiones de algunas asociaciones vecinales… En fin, que aun asistido por la Historia y el Derecho parecía que Cuatro Vientos no tenía su futuro ni mucho menos asegurado.
El tercero era y sigue siendo sin duda el más importante. Para mantener la Colección, y no digamos ya para ampliarla, se necesitaba soporte financiero, y eso se traduce en que hacía falta encontrar uno o varios patrocinadores importantes que tuvieran verdadero interés en este proyecto, entre otras cosas porque obtuvieran de él un beneficio, y que por tanto estuviesen dispuestos a mantener su apoyo durante los años venideros, garantizando su estabilidad a medio y largo plazo.
Para los dos primeros de esos obstáculos se veían dos posibles soluciones. Una sería contar con un campo propio, como sería el caso de la Shuttleworth Collection, institución en la que siempre se ha mirado la FIO, pero eso obligaría a alejarse de la capital y sin duda repercutiría en el número de visitantes –aquí, por desgracia, no hay tanta afición a la Aeronáutica como en otros países-. La otra posibilidad era trasladar la FIO a Getafe, donde no existirían los inconvenientes que nos encontramos en Cuatro Vientos: no habría conflictos por saturación de tráfico aéreo ni tampoco por la distancia a cascos urbanos, y por otro lado se dispondría de terreno suficiente como para construir nuevas instalaciones.
Fue así como, en paralelo con la búsqueda de patrocinadores, a lo largo de 2003 se iniciaron los contactos correspondientes para ver si era factible ubicar la FIO en Getafe. Por parte del Ayuntamiento el entusiasmo fue inmediato, no en vano hablamos de un municipio que lleva con orgullo los aviones en su escudo oficial y que ya tenía colocados carteles identificándose como “cuna de la Aviación Española” -en realidad el decano es Cuatro Vientos, pero sólo por cuatro meses-. Por su parte el Ejército del Aire, parte imprescindible de cualquier posible acuerdo en lo que al uso de la Base Aérea se refiera, tampoco vio con malos ojos esta idea. Ante esto, el Patronato de la FIO tomó la decisión de volcar su esfuerzo en esta solución y se llevó a cabo un primer borrador de proyecto.
Las conversaciones continuaban y poco a poco los objetivos se iban haciendo más ambiciosos. Dado que también el Museo del Aire se encontraba con problemas de espacio que le impedían seguir incorporando nuevos aparatos -¿dónde meter un Hércules, por ejemplo, el día que se retiren?-, a partir de 2005 comenzó a estimarse la posibilidad de incluirlo también en la ecuación y proyectar un gran museo, que aunase los fondos del actual Museo del Aire y la colección “viva” de la FIO con sus exhibiciones de vuelo. Ese lugar habría de convertirse en todo un referente en Europa, algo parecido a lo que tienen los ingleses en Duxford, y por supuesto tanto la FIO como Getafe saldrían ganando con ello. No cabe duda de que un museo semejante tendría un atractivo turístico muy importante, y por tanto sería un recurso económico capaz de autofinanciarse y de generar nuevos puestos de trabajo tanto directos como indirectos. Su ubicación estaba prevista en Carpetania, unos terrenos que hay situados junto a la factoría de Construcciones Aeronáuticas, enfrente de la Base Aérea, donde el Ayuntamiento junto con la Comunidad de Madrid tenían previsto establecer un gran polígono industrial.
Con esa idea en mente, se contactó con el estudio de arquitectura del prestigioso Norman Foster, que en el año 2006 comenzó a diseñar el nuevo museo. Mientras tanto el Ayuntamiento de Getafe se había convertido en uno de los principales patrocinadores de la FIO, consiguiéndose adquirir con su ayuda el que desde entonces sería la joya indiscutible de la colección, el Polikarpov I-16 Mosca.
Todo parecía ir viento en popa cuando Norman Foster entregó su proyecto en 2008, con gran acogida por parte de los medios, que publicaron extensos reportajes e ilustraciones a doble página del revolucionario edificio y sus zonas de exposición. En las noticias se leía que en un plazo de cinco años sería una realidad, pero ya por entonces se cernía sobre España la oscura sombra de la crisis. Con ella, los planes para la edificación del nuevo polígono de Carpetania entraron en vía muerta a lo largo de 2009, y poco después la FIO recibió la temida comunicación de la paralización definitiva del proyecto Foster.
– Aquello debió caer como un jarro de agua fría…
– Te lo puedes imaginar. Después de tanto trabajo y tantas ilusiones la FIO volvía a encontrarse en el punto de partida, pero no se podía tirar la toalla. El Patronato estudió la situación que se nos había planteado, valoró las alternativas y finalmente decidió continuar apostando por Getafe, cuyo Ayuntamiento seguía colaborando estrechamente con la FIO aunque con una aportación necesariamente decreciente. El nuevo proyecto, que habría de ser menos ambicioso pero por la misma razón también más viable, debía ir de la mano de EADS/CASA. Estamos hablando de una gran empresa aeronáutica, nacida allí mismo, en Getafe, y de cuyo patrimonio histórico era en parte garante la FIO con las Bückers, las AISA y el Saeta, por lo que junto con el propio Ayuntamiento y el Ejército del Aire constituía el socio perfecto para nosotros. En 2010 el entonces presidente de CASA, Domingo Ureña, confirmó su apoyo al proyecto, de modo que el traslado de la FIO a Getafe volvía a verse factible. EADS procedió a diseñar las nuevas instalaciones, quizá no tan glamurosas como las ideadas por Foster, pero muy adecuadas para las necesidades operativas de la FIO, y con los planos sobre la mesa se firmaron acuerdos de funcionamiento.
Dentro del proyecto Carpetania 400.000 m2 estaban destinados a la ampliación de la factoría EADS/CASA, y en esta ampliación se daba cabida a la FIO. Sin embargo motivos legales impedían realizar en esos momentos las expropiaciones de terrenos necesarias para ponerla en marcha, razón por la cual todos los planes quedaron paralizados durante tres largos años, años en los que la FIO fue sobreviviendo a duras penas, con una parte importante de su presupuesto dependiendo de las cuotas de sus socios protectores y de la recaudación de las exhibiciones mensuales. En este contexto, la paralización de las demostraciones aéreas a partir de junio de 2013 supuso un gravísimo mazazo.
– Aquello debió ser muy duro.
– Sin duda, aunque sobre todo por la terrible desgracia que lo había causado. El caso es que a finales de ese año se produjo un acuerdo entre la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Getafe que permitía desbloquear y relanzar el proyecto Carpetania. Esta noticia, sumada a la perspectiva de poder retomar las demostraciones en los primeros meses de 2014 –como sabes, finalmente sólo pudieron celebrarse la de julio y después la de diciembre, que es cuando por fin recuperamos la normalidad-, hizo renacer las esperanzas.
Así, en 2014 Airbus comienza a trabajar enla ampliación de la factoría, proyectándola en varias fases, en la última de las cuales se contempla el traslado de la FIO. El Ayuntamiento de Getafe, por su parte, se compromete a realizar los accesos por carretera que serán necesarios. En mayo de 2015, esto es ya muy reciente, Airbus Group convoca a la FIO a una reunión para tener un conocimiento directo de las necesidades operativas que habremos de tener una vez establecidos en Getafe. Con esta reunión y los comunicados de varios partidos en plena campaña electoral apoyando el proyecto, de los cuales se hizo eco la prensa, se demuestra que el proyecto sigue adelante. Por supuesto sigue siendo fundamental el apoyo y la colaboración del Ejército del Aire para que todo esto llegue a buen término, aunque a ese respecto estamos tranquilos porque las relaciones no pueden ser mejores de lo que son. El año pasado el Ejército del Aire otorgó a la FIO el Premio Plus Ultra de Promoción de la Cultura Aeronáutica, y por su parte la FIO ha participado en eventos tales como Aire 75, el centenario de la Base Aérea de Morón o la Jornada de Puertas Abiertas en la Base Aérea de Cuatro Vientos, por citar sólo algunos.
– ¿Entonces sí que os vais a Getafe?
– Pues, a pesar de las reservas lógicas a causa de los reveses sufridos desde que por primera vez se planteó esta idea, que nos hacen ser prudentes, la respuesta es afirmativa. Te diría que la pregunta no es por tanto si la FIO se va a Getafe, sino cuándo se va a Getafe. Eso aún no te lo puedo decir, pero no te preocupes que cuando haya noticias al respecto se comunicarán como es debido. Cuando llegue ese día será un momento histórico, la culminación de un proyecto conjunto entre Airbus Group, el Ayuntamiento de Getafe, el Ejército de Aire y la propia FIO, sin olvidarnos por supuesto del resto de patrocinadores, que habrá de dotar por fin de la estabilidad logística y financiera que necesita este magnífico Museo de Aviones Históricos en Vuelo, que como ya hemos comentado constituye un capital histórico, cultural, turístico y económico de interés general.
– Va a ser emocionante.
– Vaya que sí. Cuando estos aparatos despeguen de Cuatro Vientos rumbo a Getafe para recorrer esos diez kilómetros escasos nos vamos a acordar de Loygorri, de Barrón, de Vedrines, de Loriga, de Juan de la Cierva y de tantos y tantos otros, y a más de uno se nos van a saltar las lágrimas. De emoción, por supuesto.
Texto: FIO, Darío Pozo Hernández
Fotos: Shery Shalchian y Darío Pozo