AVIONES Y COCHES, RETRATO DE FAMILIA
En las exhibiciones de la FIO, no es inhabitual que grupos de aficionados a la restauración y conservación de vehículos terrestres, vulgo, coches, incorporen a la muestra en tierra, ejemplares de sus colecciones, normalmente coches de los llamados clásicos, que suelen encajar muy bien entre los aviones de la colección de la Fundación.
Puede decirse que el Siglo XX vio desarrollarse la popularización y el desarrollo de las máquinas dedicadas al transporte por carretera y a las artes de vuelo. Ambas máquinas precisaban de artes de ingeniería que en su momento eran la punta del desarrollo industrial. Por eso no puede extrañarnos que fabricantes de aviones y automóviles desarrollasen conjuntamente sus diseños. La primera guerra mundial, 1914-1918, propició el desarrollo de la aviación militar, y eso supuso que ambos bandos buscaron poner en servicio los mejores aparatos que pudieran permitirse. En esta búsqueda, los fabricantes de aviones, amén de experimentar diseños más o menos revolucionarios como la configuración monoplano o multiplano, el tiro a través del disco de la hélice, vieron que se necesitaban motores fiables y potentes.
Los fabricantes de coches llevaban en su “negocio” más tiempo que los fabricantes de aviones; por ello no es de extrañar que los primeros encargaran a los segundos el diseño de motores de aviación. Y así fue. Los colosos europeos Rolls- Royce, Mercedes- Benz y también una marca española de automóviles de lujo, Hispano Suiza, llegaron a suministrar algunos de los mejores motores de aviación de la llamada después, Gran Guerra. La casa Mercedes diseñó en 1916 su modelo de seis cilindros en línea, refrigerado por líquido, que daba hasta 180 C.V. de potencia y que equipaba a cazas como el Albatros D.V, el Fokker D.VII, y el Pfalz D:XII. Por su parte el motor Hispano Suiza propulsó, el considerado mejor caza del bando aliado, el Spad S VII, que fue la montura de ases como Guynemer y Rickenbacker.
En Francia e Italia, fabricantes de automóviles, como Renault, Fiat, Isotta Fraschini y Alfa Romeo comenzaron durante la guerra a diseñar motores aeronáuticos y así continuaron en el periodo de entreguerras. Fiat, de hecho lo mantuvo hasta los años setenta, cuando cambió su nombre por AERITALIA, una línea de producción aeronáutica que mantenía el nombre de la firma turinesa de automóviles.
En Inglaterra Rolls Royce comenzó a desarrollar una línea de motores tales como el Eagle o el Falcon que después de propulsar aviones tan míticos como el Vickers Vimy en el que los ingleses, Alcock y Brown hicieron en de la primera travesia del Atlántico, desde Terranova a Irlanda en junio de 1919, esta estirpe de motores en línea refrigerados por líquido alcanzó su culminación en los motores Merlin y Griffon que en los años cuarenta propulsaron los Hurricane, Spitfire, Lancaster y Mosquitos de la R.A.F. Otros fabricantes británicos de automóviles, como Napier, Bentley y Wolseley, también crearon motores de aviación en el periodo de entreguerras. Así mismo en Estados Unidos la industria automovilística de Detroit se sumó al esfuerzo de guerra y la marca Packard fabricó la versión americana del Merlin e hizo del North American P-51, Mustang otra leyenda de los cielos. El gigante automovilístico americano Ford fabricó en los años treinta, una versión americana del Fokker FVII, dotándole de motores Wright Whirlwind y creó su legendario y fiable Ford Trimotor, el “Tin Goose” (ganso de hojalata), alguno de los cuales aún andan paseando turistas por el Cañón de el Colorado.
En Alemania las cosas fueron muy similares, los colosos de las cuatro ruedas se entregaron con entusiasmo al la fabricación de modelos cada vez más innovadores, y ello les llevó a continuar con los motores de avión como muestra de la más avanzada tecnología, que les llevaba a diseñar y fabricar productos fiables, potentes y duraderos. Tanto es así que se explica la estrella de tres puntas de Mercedes Benz como un ejemplo de que sus productos estaban presentes en tierra, mar y aire, lo cual era cierto. El símbolo redondo ajedrezado de BMW, también se basó en querer dar una imagen de hélice girando, y los cuarteles, permítasenos el símil, heráldico, azul y blanco, tras esa imagen giratoria, sugieren cielo y tierra.
Y ello era cierto, el motor Daimler Benz en sus distintas versiones, animaba al mítico caza de la Luftwaffe, Messerschmitt Bf-109. Otro motor, este en estrella, de la bávara BMW, por su parte, propulsaba al otro gran caza de motor alternativo, el Focke Wulf, Fw-190. Dos cazas también con su leyenda, que fueron la montura de ases alemanes.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los fabricantes de coches que habían construido motores continuaron fijándose en los aviones como ejemplos de la más moderna técnica. Rolls continuó en la industria de motores, no solo de pistón pues en los años cuarenta comenzó a fabricar reactores y aún lo sigue haciendo en la actualidad. Paradojas de la vida, Rolls Royce sigue fabricando coches de gran lujo, pero la división automovilística de la marca es propiedad ahora de la alemana BMW, que mantiene el nombre, pero la división de motores de aviación de Rolls Royce , continúa en manos británicas y sus motores para aviones que son exponente de la más moderna tecnología, un ejemplo lo tenemos en el Rolls Royce “Trent” que equipa al Airbus-380
No quiero dejar aparte la fuente de inspiración que los aviones han sido para la industria automovilística a la hora de diseñar carrocerías y bautizar modelos. Aquellas aletas con forma de deriva de acusada flecha que llevaban los modelos americanos de los últimos años cincuenta y primeros sesenta, aquellos Cadillac, Plymouth, Buick, Chevrolets, parecían versiones terrestres de los aviones Sabre, o B-52 propios de la guerra fría que se vivía en el mundo. La imagen del avión era símbolo de velocidad y progreso, por eso los fabricantes denominaban a sus coches con nombres de aviones; así surgieron los Buick, el Sabre, los Pontiac Tornado, y los Ford Thunderbird y Mustang Sigamos buscando maridajes, como dicen ahora los gastrónomos, invito al lector a buscar y encontrar aviones con nombre de coche y coches con nombre de avión; a mi se me han ocurrido bastantes, pues sobre todo los animales y los fenómenos atmosféricos han dado mucho juego a la hora de bautizar automóviles y aeronaves. Ahí quedan los Jaguar, Cougar, Viper, Phantom, Spitfire, Herald, o Comet. Y si se quiere vender un producto, queda muy bien convencer a posible comprador de que si compra cierto coche va a poder decir: “Tengo ahí fuera aparcado el Mustang” o “Súbete a mi Spitfire, que te llevo a casa”
Texto: Santiago Tena Paz
Fotografías: Shery , archivo FIO