El pasado 1 de marzo sacábamos nuestros aviones al corralito para la celebración de la demostración del primer domingo de mes, como llevábamos haciendo ya más de 30 años de forma ininterrumpida, incluidos aquellos que transcurrieron entre mayo de 2013 y julio de 2014, en los que tuvimos que renunciar a mostrarlos en vuelo, pero no a que la gente los viera. Aquel 1 de marzo, un temporal de viento nos obligó a cancelar la exhibición y tan sólo la brillante actuación de Cástor Fantoba, que quiso salir a pesar de todo, consiguió que no nos fueramos a casa con mal sabor de boca. Aunque para entonces, en los telediarios, llevábamos semanas escuchando hablar del temido coronavirus, poco podíamos imaginar la que se nos venía a todos encima. Muy poco después, el día 12, nos vimos obligados a anunciar, por todos nuestros canales de comunicación, la suspensión total de actividades hasta nuevo aviso. La situación de alerta nos obligaba a cerrar por primera vez nuestras puertas, como lo hicieron las de buena parte de las empresas y negocios del país, lugares de ocio y centros educativos. Quién nos iba a decir entonces que íbamos a tardar seis meses largos en volver otra vez a empujar los aviones hasta el corralito, y lo que es peor, que tendríamos que hacerlo sin la presencia de público… Seis meses que sin duda se nos han hecho a todos muy largos, pero en los que no hemos estado precisamente de brazos cruzados. Nada más lejos de la realidad.
Desde el minuto 1 nuestra prioridad fue mantener la colección de aviones en el mejor estado posible para que, una vez finalizada la crisis, pudiéramos volver a ponerlos en vuelo y seguir así realizando nuestra labor de divulgación y conservación del patrimonio aeronáutico español. Para ello, durante la última semana, cuando ya se veía venir el desastre, nuestros mecánicos trabajaron de forma frenética para dejar todos los aviones lo más protegidos posible dentro de los hangares, intentando acabar las revisiones que estaban en curso hasta que no quedó más remedio que guardar las herramientas y cerrarlo todo con llave. Comenzaba el confinamiento…
Como tantas otras empresas e instituciones, nos tocó reinventarnos y mantener la Fundación viva por todos los medios a nuestro alcance, aunque estuviésemos cada uno en nuestros hogares. Lanzamos nuestra campaña “Cada día un avión” para mostraros por Facebook lo mejor de nuestro archivo fotográfico. Iniciamos la colaboración con la Asociación Amigos del Museo del Aire (AAMA), ampliada más adelante a otras asociaciones, para iniciar un intenso y prolífico ciclo de 45 videoconferencias, casi todas ellas de contenido aeronáutico, de las cuales 6 fueron ofrecidas por la FIO (dos de ellas, las de Antoine de Saint-Exupéry y Amelia Earhart, como plan alternativo ante la imposibilidad de celebrar las demostraciones de abril y de mayo). Mantuvimos el contacto con socios y patrocinadores, seguimos publicando nuestro FIO Digest y también algún artículo aquí en el Blog, continuamos actualizando y mejorando nuestra web así como los contenidos en redes sociales, impulsando la campaña para la restauración del Texan 25 (afectada también de lleno por la situación, aunque según se escriben estas líneas nos enteramos de que se acaba de completar la primera fase) y, en paralelo, haciendo y revisando planes para la vuelta a la actividad operativa tan pronto como fuera posible. Un esfuerzo ímprobo en el que no cabía el desánimo, aunque las noticias invitasen poco al optimismo en general.
A finales de mayo, por fin, algunos de nosotros pudimos volver a Cuatro Vientos y entrar en los hangares. Fue un alivio comprobar que, aparte de la capa de polvo que cubría el suelo y los propios aviones, todo estaba como debía estar.
Lo que sí tenía una pinta apocalíptica era el corralito, con la maleza tan crecida que en algunos lugares llegaba a la altura de la cintura. Para llegar a la tienda FIO hacía falta machete, y el candado que cerraba el contenedor con el material, tras varios meses sin uso y además a la interperie, estaba tan oxidado que fue preciso cortarlo con una radial y reemplazarlo por uno nuevo.
Aún faltaba tiempo para la reapertura del CRM, cosa que sucedería muy gradualmente a partir del mes de julio, pero gracias a la iniciativa de nuestros voluntarios “azules”, que estaban como locos por regresar, empezaron a hacerse cosas enseguida. Durante los meses de junio y julio se fueron grabando vídeos monográficos sobre varios de los aviones para poder crear una nueva sección en nuestra web, la Visita Virtual a la Colección, que se abrió oficialmente con los primeros contenidos el día que debería haberse celebrado la exhibición de junio, y también se continuó con la realización de las magníficas fotos en 360º (gracias a Chema Ocaña) que ahora ilustran las páginas de cada avión en la sección “La Colección“. Se retomaron las visitas guiadas de los socios al hangar-museo, reduciendo los grupos al mínimo (siempre por debajo de las 10 personas, incluyendo a los voluntarios participantes) y extremando las precauciones, y además, a pesar del calor mortal de primeros de julio, se saneó y se pintó la fachada del hangar-museo, que estaba bastante deteriorada por el paso de los años.
En julio, como decíamos, se reabrió el CRM con una fuerza de trabajó mínima y se retomaron las revisiones que habían quedado inacabadas, así como la puesta a punto de aquellos aviones que mantenían aún su estado de vuelo, con vistas a una posible exhibición en el mes de septiembre. Eso, que parecía factible a principios de verano, poco a poco se fue tornando en quimera por los cada vez más numerosos rebrotes de la maldita enfermedad y la necesidad de reforzar las medidas para impedir su propagación, pero gracias, una vez más, a la intervención de Cástor Fantoba, lo que parecía un obstáculo insalvable se convirtió en oportunidad: la de realizar un entrenamiento extraordinario, semejante a una exhibición tradicional aunque a puerta cerrada, sin presencia de público, pero retransmitido en directo para todo el mundo a través de Internet.
No había tiempo que perder. Además de los trabajos de mecánica propiamente dichos, a realizar por un equipo numéricamente muy reducido (sólo dos mecánicos, aún no es posible la vuelta del resto), era fundamental llevar a cabo vuelos de entrenamiento para que aviones y pilotos estuviesen en condiciones de afrontar el reto. Teniendo en cuenta que unos y otros llevaban, en la mayor parte de los casos, más de seis meses sin verse (muchos no habían podido volar tampoco en febrero y en marzo por culpa de la meteorología, de hecho había que remontarse a octubre para encontrar un primer domingo de mes con buen tiempo), era obvio que en los días que quedaban por delante iban a ser intensos. Los primeros vuelos se llevaron a cabo el lunes 31 de julio, mientras en paralelo varios voluntarios se afanaban en adecentar el corralito y el interior del hangar-museo (con todos los aviones en la plataforma, se quedaba vacío por primera vez en muchos meses y por fin se podía hacer una limpieza en condiciones). Lo gordo, sin embargo, quedaba para el viernes y el sábado.
El viernes amanecimos bien tempranito. A las 7:30, cuando aún no había amanecido, ya estábamos sacando aviones a la plataforma. Cuando el sol se animó a reunirse con nosotros ya teníamos casi todo fuera. Los primeros rayos cayendo sobre el metal y la tela de nuestras venerables máquinas fueron todo un regalo para la vista.
Nos dimos el gustazo de ver por fin surcar el cielo al Consolidated Fleet 2, después de una larguísima restauración, pero también estuvieron en el aire la Jungmeister y las tres Jungman, la I-115, la Chipmunk, el Stearman, el Twin Beech, la Mentor, el Mosca, el T-6… ¡Un no parar!
Por aquello de que vale más una imagen que mil palabras, os invitamos a ver este vídeo resumen de la mañana del viernes, que incluye unas tomas muy bonitas en vuelo tomadas por uno de nuestros voluntarios (un suertudo, el tío) desde dentro del Twin Beech, mientras volaba en formación con la Mentor y el T-6:
El sábado prosiguieron los vuelos mientras se montaban los dispositivos necesarios para la grabación y retransmisión del evento, cosa que hizo el equipo de SmokeOn Productions, colaboradores habituales de Cástor Fantoba y de la propia FIO. Todo un despliegue de medios y mucho trabajo para montarlos pero, tras no pocos sudores, todo quedó listo para el domingo.
Por tercer día consecutivo empezamos a mover aviones por la plataforma, esta vez para colocarlos en el corralito para la exhibición estática. Por fin amanecíamos un primer domingo de mes en Cuatro Vientos, aunque no iba a ser como siempre. Sólo se podía acceder al parking mediante la correspondiente acreditación, entregada únicamente al personal convocado para este entrenamiento. No se montaba taquilla ni taller infantil, no se abría la tienda ni había que poner cadenas en el corralito y en la calle de rodaje para separar al público de los aviones, porque esta vez no habría más más espectadores in situ que no fueramos nosotros mismos. Era una sensación extraña y un tanto agridulce, reforzada por la omnipresente presencia de esa prenda a la que todos nos hemos tenido que acostumbrar y que, por supuesto, hemos mantenido colocada todo el tiempo durante estos días: la mascarilla. Con el sol ya en lo alto, cuando te cruzabas con alguien con gorra, gafas de sol y mascarilla, saludabas al bulto. “¿Quién era ese?” “Creo que Javier Aranduy, pero no me hagas mucho caso”. Cosas de esa mal llamada “nueva normalidad”. Pero a pesar de todos los pesares, la mañana era preciosa y daba gusto ver el corralito rebosante de aviones, a los mecánicos y voluntarios colocando calzos y extintores y a los pilotos camino del briefing como si nada hubiera pasado.
Cinco minutos antes de empezar a emitir la señal de vídeo nos están entrando mensajes por las redes sociales de gente que no consigue conectarse con el enlace que hemos publicado. ¡Qué nervios! Nos pasan otro, lo corregimos y nos llegan confirmaciones de que ahora sí, que ya se ve, y en la terraza de El Mirador vemos ya a Cástor Fantoba micrófono en mano dispuesto a entrevistar a Carlos Valle. Comienza el espectáculo.
A continuación fue el turno de Javier Aranduy para hacer de corresponsal, que se encargó de realizar un recorrido por varios de los aviones de la colección que tienen motor radial, explicando su historia y características de forma accesible para el público general con la amenidad que caracteriza sus conferencias (por si os la perdisteis, os pasamos enlace a la que dio el pasado diciembre sobre Aviones internados en España durante la Segunda Guerra Mundial).
También pasó por el set de entrevistas nuestro jefe de taller, Javier López, que explicó ante las cámaras cómo es el trabajo antes, durante y después de una exhibición, así como su pasión personal por las Bücker (qué ganas de ver fuera del hangar la que está terminando de restaurar, con motor Hirth original…), seguido del vicepresidente del RACE, Fidel Azofra, que habló de la actualidad de esta institución y de la relación especial que mantiene con la FIO. Esta última entrevista coincidía ya con el arranque de motores, ¡por fin volvíamos a escuchar ese delicioso estruendo, hasta 18 aviones ronroneando al mismo tiempo!
Todos los aviones disponibles fueron rodando uno tras otro hacia la pista (a la Moth, única participante con patín en lugar de rueda de cola, la remolcaron hasta la de tierra) salvo una de las Bücker Bu-131 Jungman (CASA 1131), cuyo piloto decidió parar el motor poco después de la puesta en marcha al observar alguna irregularidad. Todos los demás se fueron yendo al aire por turnos, para nuestra felicidad y la de los cientos de personas que lo estaban contemplando en directo (tan sólo dos días después de ser emitido, el vídeo de la retransmisión pasaba ya de las 10.000 reproducciones en diferido…): el Twin Beech, el T-6, la Mentor, el Mosca, la Jungmeister, las dos Jungmann, la Chipmunk, la I-115, la Moth, el Stearman, el Fleet 2, la Jodel Compostela, la Bird Dog, la Skymaster… 17 aviones en total a los que se añadirían los purasangre de Juan Velarde (Extra 330) y Cástor Fantoba (Sukhoi 26), que cerrarían la demostración con sus impresionantes ejercicios acrobáticos.
Todo salió a pedir de boca. Lo único que echamos de menos fueron los aplausos del público, su calor y las carreras de los niños que, en otras circunstancias, habrían ido disparados hasta la valla para pedirle el autógrafo a Juan y a Cástor. Al ver el vídeo de la retransmisión (os ofrecemos un estupendo resumen en vídeo por cortesía de Hangar Chat) nos consolamos un poco viendo los muchísimos comentarios de apoyo y de ánimo. Estábais ahí.
Esperamos que dentro de unos meses la pesadilla haya pasado y podamos reencontrarnos en una exhibición dominical con el cartel de aforo completo. Hasta que eso llegue una cosa sí que os prometemos: que seguiremos trabajando.
Texto: Darío Pozo
Fotografías: Shery Shalchian, Rosa María Mayordomo, Paco Rivas, Darío Pozo
Vídeo: Diego Beltrán y Darío Pozo