Sábado 4 de abril de 2015.
En Cuatro Vientos el día se presenta soleado, con un cielo de un intenso azul. Hace algo de viento pero no tanto como para estorbar a los aviones de la FIO que tienen previsto realizar hoy sus vuelos de entrenamiento previos a la exhibición de mañana. Poco a poco van arrancando motores y uno tras otro se van rodando hacia la cabecera de la pista 10. Minutos después los vemos pasar virando a viento en cola rumbo oeste: allá va el Eagle 2, le sigue el Miles Falcon, la Stinson, la I-115, la Bird-Dog, ahora sale una Bücker, otra más… Desde la plataforma uno de nuestros voluntarios, Shery, aprovecha para fotografiarlos -gracias a él esta entrada no se quedará sólo en el texto-. Mientras tanto, frente al hangar-museo con la efigie del Infante estampada en tonos azules, calientan los componentes de la formación Delta, los últimos en ponerse en marcha. Uno al lado del otro, el Mosca, la Mentor y el T-6 hacen girar rítmicamente sus hélices provocando entre los tres un notable estruendo que a algunos les parecerá ruido, pero que para los enamorados de la Aviación como nosotros sólo puede calificarse de música celestial
En el puesto delantero del más famoso entrenador de la North American destaca el colorido casco de Juan Velarde, flamante piloto de la Red Bull Air Race, que lleva varios meses preparándose para poder hacerse cargo algún día de este avión. Alguien comenta que ayer mismo se estrenó como comandante en Iberia, al parecer no ha encontrado mejor forma de celebrarlo que venir a entrenar con el T-6. En la cabina trasera el casco de Quique Bueno luce más discreto, de un blanco inmaculado sin adornos. Al veterano piloto se le ve asentir con la cabeza mientras Juan repasa la checklist. Realizadas todas las comprobaciones, los mecánicos retiran los calzos de los tres aviones y sin demorarse más tiempo se dirigen a la pista de rodadura por la puerta Bravo. Poco después los vemos despegar y perderse en el horizonte.
Todos los que han partido antes van regresando progresivamente. El Eagle 2 hace varias tomas y despegues consecutivos antes de dar por finalizado el entrenamiento. La Piper L-14 se despide con una última pasada sobre la pista. La Pitts, allá en lo alto, finaliza el ensayo acrobático y desciende como sin ganas, quizá es que preferiría quedarse arriba. Ya sólo faltan los de la Delta. Unos tres cuartos de hora después de su marcha los vemos virar para entrar en final. Transcurridos unos pocos minutos la Mentor y el Mosca se detienen en las posiciones que les indican los mecánicos, pero el T-6, sin embargo, se ha quedado parado cerca del punto de espera de la pista 28. El motor sigue en marcha. Quique Bueno abandona la cabina y se queda encima del plano diciéndole algo a Juan Velarde. Al poco recoge el paracaídas del puesto trasero y con él en una mano y el casco en la otra se baja y echa a andar hacia nosotros mientras el Texan suelta los frenos y vuelve a rodar. A esas alturas apenas hay alguien que no esté mirando hacia allá. Una exclamación alegre se oye por encima del sonido del Pratt & Whitney que se aleja.
“¡Juan se está soltando en el T-6!”
Varios pilotos, entre ellos Quique y el propio Carlos Valle, se acercan todo lo posible a la pista para verle evolucionar. Allá va… Tras el despegue inicial realiza dos circuitos completos junto con sus correspondientes tomas –de tres puntos, como mandan los cánones- y despegues, seguido por los objetivos de unas cuantas cámaras y bastantes más móviles. Por fin completa el tercer circuito y hace la toma final, tan impecable como las anteriores, retornando a la plataforma entre ovaciones. “Ayer en Iberia y hoy aquí”, comenta uno de sus compañeros, “¡que alguien compre lotería y se la pase por el lomo, que éste está en racha!”
Cuando se detiene la hélice todos los pilotos, mecánicos y voluntarios presentes rodean el T-6 reclamando al héroe del día. Juan aún se toma unos instantes antes de bajar. “Esperad, que no quiero dejarme nada”, se excusa. Convencido al fin de que todo queda en la cabina como tiene que estar, se pone en pie y se baja entre aplausos y enhorabuenas. Los vértices de su sonrisa se sitúan más allá de sus orejas, los ojos le brillan intensamente. Es un piloto consagrado, con una dilatada experiencia en todo tipo de aviones –no en vano lleva volando desde los 15 años, seguro que tiene más sueltas en el curriculum que camisas en el armario-, pero está emocionado, mucho, y al comprobarlo también nos emocionamos el resto. No es una suelta más, esto es la FIO y lo que tiene detrás es nada menos que un T-6, uno al que lleva viendo volar desde que era niño, cuando decía que quería ser policía, bombero y piloto, como él mismo cuenta en el precioso vídeo publicado hace poco por Red Bull Air Race –lo podéis ver aquí abajo, al final del texto-, el mismo avión que en más de una ocasión ayudó a lavar o a empujar para sacarlo o meterlo en el hangar. No, desde luego que no es “una suelta cualquiera”.
En la foto de grupo hecha inmediatamente después sonríen representantes de tres generaciones de pilotos: los que se liaron la manta a la cabeza hace más de 25 años y pusieron en marcha este proyecto inusitado en España, los que a lo largo de este tiempo se han ido sumando poco a poco al empeño ayudando a hacerlo cada vez más grande, y los más jóvenes, los que como Juan se han echado sobre los hombros la responsabilidad de continuar llevando los mandos, al menos, hasta dentro de otros 25.
Podéis estar tranquilos, nuestros amados aviones están en muy buenas manos. Y lo van a seguir estando.
Texto: Darío Pozo Hernández Fotos: Shery Shalchian
Qué bonito.
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